martes, 12 de diciembre de 2017

Vasyl Lomachenko – Guillermo Rigondeaux (9/12/2017)

Madison Square Garden Theater, Nueva York, Estados Unidos.
Campeonato mundial WBO del peso superpluma. Cuarta defensa del titular Lomachenko.

Si el Lomachenko-Rigondeaux no cumplió con las expectativas que había generado, no siendo el astuto y táctico combate que se esperaba, esto se debe achacar enteramente a la actitud y actuación ofrecida por el cubano. Aunque hubiese sido mucho más lógico, a pesar de los reproches que pudiese recibir, que corriese el ring con determinación para intentar sorprender al contragolpe a su adversario, Rigondeaux no optó por esta solución. En cambio, decidió quedarse estático en el centro del cuadrilátero, aunque no como punto de inicio a una actitud agresiva en la que disuadir las ofensivas del ucraniano (cosa que hubiese podido resultar muy arriesgada e incluso equivocada pero lógica por la trascendencia de la pugna) sino que simplemente se limitó a aplicar su peor versión y su esquema más tedioso ante alguien más fuerte, grande, ambicioso y joven, adaptado al peso, rodado y, por qué no decirlo, más astuto y quizás incluso más hábil y técnico.

Así, sin jabear para amenazar a su rival, al que no pudo alcanzar con los golpes de poder que lanzó, cosa rarísima en su boxeo, dado que su precisión es realmente elevada, Rigondeaux ofreció un planteamiento sencillo para Lomachenko, que con algunos bloqueos y esquivas desarboló rápidamente a su adversario desde el punto de vista ofensivo y comenzó a castigarlo con el jab. “El Chacal”, como tantas otras veces, recurrió sin miramientos al clinch, pero esto no fue, como en el pasado, la forma de detener el creciente ritmo de su contrincante y reanudar su calmado trabajo de francotirador, sino que se perdió en una maraña de agarres que era lo único que se le ocurría para parar a un Lomachenko que estaba en camino de desbordarlo también defensivamente. Pero ni siquiera con los agarres se mostró acertado, recibiendo un par de curvos en un descuido.

Comenzaron pronto a llegar las izquierdas rectas y las breves combinaciones de curvos de “Hi-Tech”, que se vino arriba al ver a su rival constantemente agachado e incluso le dio golpecitos en la cabeza a modo de burla. Es cierto que Rigondeaux señaló que tenía lesionada la mano izquierda desde el segundo round, pero eso no es excusa para su inexistente uso del jab con su mano derecha, su ineficacia en las esquivas y su poco dinamismo. Por otro lado, si bien es justo señalar que por el aumento de peso se podría llegar a ver lastrado en su desplazamiento, lo lógico habría sido, ya que mostró buena velocidad en los entrenamientos, que su merma en velocidad y resistencia hubiese aparecido más tarde en el combate, pero en todo momento fue menos rápido que su oponente. Por ello, en el quinto round su intento de desplazarse cercano a las cuerdas se vio detenido por un Lomachenko que le cortó el ring con enorme rapidez y no se separaba de él un ápice en las persecuciones, pareciendo que un imán lo mantenía pegado a la distancia adecuada.

Frustrado este último recurso, que llegó algo tarde, ya que debió iniciar con él la contienda para probar la respuesta de Lomachenko, a Rigondeaux no le quedaba nada que ofrecer ya. Los ataques del ucraniano empezaron a mostrar el camino del knockout, con su uno-dos, su uppercut y sus hooks, y Rigondeaux sólo se agarró y se agarró hasta perder un punto por reiteración en el clinch. Finalmente, en el descanso entre el sexto y el séptimo episodio, Rigondeaux sellaba su pésima actuación, que marcará negativamente su carrera para siempre, abandonando, renunciando a seguir peleando, algo inaceptable (sobre todo en un duelo de esta trascendencia y visto por tantos millones de aficionados causales) aunque seguir combatiendo supusiese caer noqueado o ser abrumado a los puntos, ya que no hay justificación posible cuando podemos ver que modestos boxeadores cada semana se juegan su salud por miserables bolsas aguantando hasta el final combates en los que no tienen ni la más mínima posibilidad de vencer.

En muchas ocasiones puede aparecer la pregunta de si en otro tiempo el resultado de un combate hubiese sido diferente. Por ejemplo, ¿Habría perdido el Pacquiao de hace cinco años contra el Horn actual? ¿Lo habría hecho Wladimir Klitschko ante Joshua? ¿Cotto contra Ali? Y en cada una de estas y otras muchas preguntas la respuesta es que la pelea hubiese sido muy diferente, porque estos púgiles habían pasado ya un punto de no retorno en sus carreras con importantes derrotas. Pero en el caso de Rigondeaux la duda no es la misma, y no sólo porque estuviese invicto, sino porque siempre se había mostrado enormemente solvente. De todos modos, hay que señalar que exceptuando a Rico Ramos, que no es precisamente una estrella, y Nonito Donaire, que durante buena parte de su carrera se limitó a explotar una grandísima ventaja en tamaño, Rigondeaux nunca se había medido a un oponente de la élite y aun así había sido varias veces derribado.

Es verdad que muchos lo evitaron, señalando que representaba poca ganancia económica, pero el hecho es que, aunque su técnica es formidable, todavía no había demostrado qué podía hacer ante un rival de cualidades similares o equivalentes. Por primera vez se subió a un ring con uno y el resultado fue nefasto, siendo batido en cada ámbito. Obviamente, Lomachenko no es un cualquiera, ya que es sin género de duda el mejor boxeador de la actualidad de todos los pesos, pero Rigondeaux no mantuvo la pelea igualada, ni siquiera hizo un sobresaliente esfuerzo, ni por un instante, pareciendo a consecuencia de esto mediocre técnica y tácticamente. Sus defensores alegarán edad, peso y lesión, pero realmente su boxeo no ofreció ni siquiera lo suficiente como para poder justificar su actuación a través de esto. Y es que una vez que se abrió el combate y se vio sobrepasado en defensa y en ataque, Rigondeaux se vino abajo como un castillo de naipes, no ofreciendo ninguna solución, ningún recurso, ninguna respuesta, nada, algo que va más allá de cualquier desventaja, como mostró Cotto ante Ali, enfrentándose a alguien mucho más joven, más grande, más fuerte pero aguantando con valentía e intentando vencer hasta el final a pesar de tener el bíceps izquierdo destrozado.

Algunos pensarán que poner en duda toda su trayectoria, como muchos están haciendo, por una actuación ante el mejor boxeador no es justo ni apropiado, pero contando como único combate destacado como peso supergallo el disputado ante Donaire, realmente puede ser difícil de justificar que la carrera del cubano es más especial que la que han desarrollado Leo Santa Cruz, Carl Frampton o cualquier otro boxeador insigne en la categoría de los últimos años, ni siquiera aunque le hayan evitado. Y es que su grandeza residía teóricamente en que nadie podía superarlo técnica o tácticamente y no en sus victorias. Tantos años de abucheos por aburridas peleas ante boxeadores muy por debajo del nivel de la élite podían ser borrados con una gran actuación, por lo menos con una voluntariosa, pero Rigondeaux ni lo intentó sino que fue dominando completamente, llevando con ello a que su carrera sea revisada con consecuencias nefastas.

Por su parte, todo lo contrario se puede decir de Lomachenko, con iguales o incluso mejores logros en su trayectoria como boxeador amateur. En su segunda pelea combatió con un guerrero experimentadísimo como Orlando Salido, ante el que perdió controvertidamente para afrontar seguidamente un duelo ante un Gary Russell Jr., de eléctrica velocidad y excelente técnica, al que venció con claridad. Posteriormente el nivel de dificultad no se mantuvo, temiendo cada rival medirse a él de forma creciente a la vez que su boxeo evolucionaba desmedidamente hasta explotar en su séptimo combate y en su ascenso de división ante Rocky Martínez, fogueadísimo monarca de exitoso recorrido al que destruyó. Así, se alzó a un duelo ante un Nicholas Walters mucho más grande, evitado por todos también y que algunos consideraban casi imbatible por su tremenda pegada y al que pese a ello anuló totalmente hasta obligarle a abandonar, comenzando una tendencia en sus oponentes de rehusar a seguir combatiendo que ha llegado hasta su esperadísimo duelo ante el imbatido oro olímpico cubano, que lejos de ofrecer ni la más mínima complicación fue una víctima más, y puede que la más sencilla, desde su única derrota ante Salido.

Comparándose lo que ha logrado en cuatro años el ucraniano y en ocho años el cubano, la diferencia en todo aspecto queda plenamente puesta de manifiesto, mostrando cómo se pueden compensar las desventajas con afán de dar espectáculo, con elevadas tomas de riesgo y sin recurrir a palabrería vacía. Y es que lo que ha hecho peor la caída de Rigondeaux es que fue precedida por declaraciones tan osadas que llegaron a sobrepasar la línea de lo aceptable, frases que se desvanecieron ridículamente en su pobre actuación.

Por todo ello, mientras algunos piensan si alguna vez Rigondeaux accederá al Salón de la Fama, otros que creían que Lomachenko estaba siendo sobrevalorado piensan que era en realidad “El Chacal” quien lo estaba siendo, algo que es también inapropiado, dado que éste es sin duda un sensacional púgil. En cualquier caso, esto nos muestra que da igual que tu técnica y táctica sean fuera de lo común si no cuentas con muchas otras cualidades. A innumerables boxeadores se les dice constantemente que con sólo coraje no se va a ninguna parte, algo que es cierto, pero apoyándote casi exclusivamente en la técnica tampoco, como se ha podido ver.

En principio, se dice que Rigondeaux volverá a combatir y que pretende coronarse, pero su crédito es ahora mismo inexistente y son muchos los que no confían nada en él y nunca volverán a hacerlo. En cambio, Lomachenko se convierte en la figura central del boxeo, pareciendo que victorias en el peso ligero, en el que se dice que en 2018 militará, sobre Jorge Linares o Mikey García podrían sellar su leyenda como uno de los mejores púgiles de todos los tiempos entre los 57,2 kg y los 61,2 kg. De todos modos, para la industria y el gran público que lo pueda conseguir dará igual hasta cierto punto mientras sus peleas sigan siendo espectaculares y emocionantes, que lo seguirán siendo, habiéndose ganado a enormes capas de aficionados por su valiente incursión en tres divisiones sin rehuir a nadie y dándolo todo en cada una de sus subidas a un ring, sin reservas y sin excusas.

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