Gimnasio Nuevo León Unido, Monterrey, México.
En juego el título WBC Plata del peso medio.
Que el Consejo le diese a Omar Chávez una oportunidad por el cinturón WBC Plata del peso medio, categoría en la que incontables boxeadores hacen muchos méritos para conseguir un lugar en el top 15 sin lograrlo, era una decisión más que cuestionable, sobre todo teniendo en cuenta que no aparecía en los 40 primeros puestos del ranking y sus éxitos recientes no habían sido tan notables para merecer esa ganancia potencial. Del mismo modo, que a Omar Chávez se le criticase de rebote por la pésima y nefasta actuación realizada por su hermano Julio César Chávez Jr. ante Canelo no era lógico, menos aún cuando llegaba a este encuentro después de un gran triunfo en la revancha ante Ramón Álvarez.
Sea como sea, aunque tenía ante él una tremenda oportunidad para alzarse a grandes encuentros en la división, motivos para intentar reivindicarse sobre el ring y llegaba en un buen momento, Omar Chávez no supo cumplir, ofreciendo una actuación ante Roberto García tan mala que parece dinamitar el poco crédito que le quedaba.
En el inicio los rounds estuvieron algo más igualados, puesto que García, que poseyó en todo momento la iniciativa, se mostraba desordenado en sus ofensivas y se exponía a los contragolpes de un Chávez que caminaba el ring. Aun así, el volumen de puños y la agresividad de “La Amenaza” eran más que suficientes para granjearle los asaltos, dado que el ritmo combativo de Chávez era enormemente insuficiente incluso para un boxeador que busca su oportunidad al contragolpe. En cualquier caso, la situación sólo hizo que empeorar para el “Businessman”, que empezó a verse cada vez más incapaz de compensar el trabajo de García.
El mejor momento para Omar Chávez llegaría en el cuarto asalto, cuando un uppercut diestro estremeció a García y le dejó expuesto a una contraofensiva que podría haber terminado no sólo en un knockdown sino en la conclusión del encuentro. Pero Chávez no pudo explotar la ocasión ni un ápice, dejando con su desidia combativa y su nula voluntad de tomar riesgos que su oponente se recuperase rápidamente y reanudase su persecución. Así selló Chávez su derrota, puesto que durante los restantes asaltos se dedicó a caminar, cada vez más lento y desgastado, ante un García que no mostraba nada especial pero que le bastaba con su voluntad de conectar sus directos y ganchos para hacerse con un round tras otro. Es cierto que Roberto García recurrió incesantemente al juego sucio, con cabezazos, golpes bajos (que le costaron el descuento de un punto en el segundo asalto) y en la nuca que no supieron ser detenidos por el tercer hombre, que dejó también una pésima actuación. De todos modos, si García hubiese detenido sus marrullerías por propia iniciativa o por la del árbitro nada hubiese cambiado, porque Chávez no tenía absolutamente nada que ofrecer, siendo su condición física atroz, su espíritu combativo inexistente y ni siquiera un recuerdo su voluntad de victoria.
Por ello, Roberto García 41(24KO)-3, que accederá al top 15 WBC pero no podrá aspirar a pugnar con posibilidades de triunfo ante la élite, se hizo con una decisión unánime (doble 96-93 y 97-92, tarjetas que pudieron ser más amplias) en un duelo monótono y sin variaciones, de un sólo lado y que motivó los silbidos del público concentrados contra la actuación de Omar Chávez 36(24KO)-4-1, que vale la pena recordar que rechazó entrenar con Nacho Beristáin porque opinaba que su gimnasio era feo.
Al inicio de su carrera no era justo comparar a Omar con su padre, Julio César Chávez, ni posteriormente, cuando empezó a caer al igual que su hermano, no era conveniente lanzarle el legado de su padre a la cara, pero ahora, salpicado también por mil polémicas y gestos fantoches nunca respaldados sobre el ring, ninguna defensa le queda ya. La cuestión no reside en ser mejor o peor boxeador, en tener peores o mejores aptitudes naturales, la cuestión está en la voluntad y el esfuerzo que se pone, en la dedicación a un deporte como el boxeo que no da margen a los vagos o a los débiles de mente.
Cuando se inició la carrera de los hermanos Chávez fueron muchos los que no les dieron, equivocadamente, ni un mínimo margen de confianza, pero ahora que finalmente han recibido innumerables oportunidades y sólo han hecho que arrastrar el boxeo por el suelo con sus fiestas, escándalos y fanfarronerías, ya no merecen ni una línea de atención; de hecho ni siquiera su padre, Julio César Chávez, pudo aguantar completo el encuentro, marchándose del ringside sin que acabase el enfrentamiento.
Como tantas veces hemos dicho, esto no debe servir para otra cosa que para valorar en su justa medida a los verdaderos boxeadores, sean de la élite o pertenecientes al mal llamado grupo de los “jornaleros”, que se dejan el alma sobre el ring y en el gimnasio para intentar conseguir un sustento o cumplir su objetivo de intentar hacerse un nombre en el pugilismo. Es cierto que los aficionados casuales jamás le prestarán atención a quienes no tienen renombre o dinero para respaldar sus causas, pero sin carácter ni tesón un púgil nunca logrará un hueco en las más destacadas páginas del boxeo ni el respeto de los verdaderos aficionados.
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