El 19 de agosto, el estadounidense Terence Crawford consiguió proclamarse campeón unificado e indiscutido del peso peso superligero, aunando las coronas WBA, WBC, WBO e IBF, algo que no había pasado nunca en la división (Kosta Tszyu había unificado tres de estos títulos, dado que la WBO no tenía entonces el reconocimiento actual) y que no sucedía en ninguna otra categoría desde el año 2005. Así, el incuestionable número 1 del peso superligero mejoraba aún más su consideración, viéndose como uno de los principales candidatos al primer puesto en el ranking de todos los pesos. Además, las loas al logro obtenido ante Julius Indongo han resultado desbordantes, celebrándose de forma intensa que en una categoría sólo haya un monarca, alegría lógica en la época de los cuatro cinturones.
De todos modos, aunque los organismos deberían centrarse en dar facilidades para que esta situación se repitiese en otras divisiones y se mantuviese en el peso superligero, un hecho parece ser evidente: se están sobrevalorando enormemente los retos que ha superado o debía superar Crawford para lograr este objetivo. Dicho de otro modo, la categoría del peso superligero actual está en un punto bajísimo respecto a otras etapas y, aunque no resulte popular decirlo, el mérito de lograr unificar totalmente la división, aunque es notable, reside más en este caso en la habilidad de su promotora y en la suerte que en sus propias victorias.
Por el peso superligero han pasado en la última década boxeadores como Manny Pacquiao, Floyd Mayweather, Timothy Bradley, Juan Manuel Márquez, Marcos Maidana, Lucas Matthysse, Amir Khan, Danny García y un larguísimo etcétera, aunque basta señalar estos nombres para hacer evidente que la unificación de la división lograda por Crawford ante un boxeador como Indongo resulta un logro más que limitado comparativamente hablando. Si tan sólo hubiese tenido que superar a púgiles del nivel o el renombre de Lamont Peterson, podría haber resultado más espectacular su ascenso en las 140 libras o 63,5 kg, pero realmente sus victorias en los últimos años han sido ante rivales infinitamente por debajo del nivel de la élite de otros tiempos. De hecho, el propio Crawford no ha tenido que hacer frente ni siquiera a los mejores boxeadores de la división e incluso desde 2004 sólo se ha medido a un par de verdaderos retos.
Con el lógico y merecido prestigio adquirido en el peso ligero, en el que acababa de derrotar a Ricky Burns, Yuriorkis Gamboa y Raymundo Beltrán, Crawford llegó como el máximo aspirante al número 1 del peso superligero. Con todo, su coronación no se produjo tras arduas batallas para escalar en las listas o en un campeonato ante un monarca consolidado, sino que, evitándolos a todos, Crawford decidió reclamar a la WBO que, como era titular en el peso ligero, le nombrase aspirante obligatorio al cinto del peso superligero WBO dejado vacante por Chris Algieri. Así, se le nombró coaspirante junto a Thomas Dulorme, que tras haber sido noqueado por Luis Carlos Abreu había reflotado con dos victorias controvertidas ante Karim Mayfield y Henry Lundy, aunque no merecía el acceso al mundial. Por ello, Crawford aunque no fue especialmente brillante, logró encontrar el puño decisivo que rompió el combate y le coronó como campeón en una nueva categoría.
No habiendo sido demasiado buena su actuación ante Dulorme, y teniendo que adaptarse mejor a la división, resultó aceptable que se midiese a un rival asequible en su primera defensa, cosa que hizo enfrentándose a un Dierry Jean que desde que había sido derrotado por Lamont Peterson sólo se había medido a rivales modestos. A pesar de la fama de boxeador espectacular ganada en el peso ligero, Crawford, de nuevo, realizó una pelea aburrida, limitándose a jabear hasta que, cansado de dominar, lanzó una oportunista ofensiva final que abatió a su oponente.
Entonces se especuló con un posible enfrentamiento ante Pacquiao que, como sabemos, no llegó a realizarse, cosa que no le disculpa de haber elegido para su siguiente defensa a un boxeador tan por debajo del nivel de la cumbre como Henry Lundy, que, como hemos dicho, había sido derrotado ya por el mismo Dulorme e incluso por Mauricio Herrera. De este modo ¿Era de esperar otra cosa que una abrumadora victoria de Crawford? Sólo cinco rounds le bastaron al estadounidense para lograr su segunda defensa.
Si bien las habilidades propagandísticas de Top Rank y los grandes medios estadounidenses trabajaban con intensidad, no podían seguir vendiendo humo por mucho tiempo, necesitando una buena victoria para que Crawford pudiese mantener su estela. Y es que, con combates tan sencillos en una división todavía con boxeadores como Danny García, Lamont Peterson, Lucas Matthysse o Ruslan Provodnikov, no podía conservar su posición. Así, se produjo el inesperado golpe de suerte: Viktor Postol, un boxeador que sólo había vencido a un top 15 de bajo nivel, derrotaba contra todo pronóstico a Matthysse, convirtiéndose en monarca WBC. No tardó Arum en saltar sobre la presa.
A priori el encuentro ante Postol, ciertamente, parecía complejo, por un aspecto tan sencillo como que éste había logrado una victoria ante el noqueador argentino. En cualquier caso, dejando de lado los elementos que llevaron a Matthysse a la derrota, el triunfo de Postol ante éste terminó siendo un espejismo. Siendo justos, Crawford consiguió ante el ucraniano una buena victoria, sólida técnica y tácticamente, pero la logró en un duelo tedioso y ante un Postol que, como tantos otros, vino con tanta velocidad como se fue.
Crawford había logrado ya dos coronas en la división habiendo evitado a todos los boxeadores más duros de la categoría que, mientras, se cribaban entre ellos o cambiaban de división: por ejemplo, García y Peterson subieron al peso wélter, Herrera entró en crisis, un desmotivado Provondikov fue derrotado contra pronóstico por un boxeador ya sin proyección como John Molina... aunque todavía estaba por llegar el golpe de suerte definitivo.
Top Rank se mostraba recelosa de un enfrentamiento ante el monarca IBF Eduard Troyanovksy, puesto que, si bien era enormemente inferior técnicamente, tenía una potencia de golpeo realmente preocupante y capaz de romper cualquier pelea en cualquier circunstancia. Pero entonces Julius Indongo se anotó una victoria en el primer round que destronó a Troyanovsky, surgiendo en la pugna un nuevo actor que se presentaba como el más asequible.
Se debe decir que no sólo jugó a su favor su compañía, ya que la ambición del inflado y protegido Ricky Burns le dio el espaldarazo definitivo. Éste, que se había arrastrado por el ring intentando evitar la derrota ante el desconocido Relikh (que fue robado en las cartulinas), pensó que podría derrotar cómodamente a Indongo, por lo que le retó en una unificación en la que se vio sorprendido por el alcance y la altura de su oponente y por sus propias limitaciones en cuanto a contundencia, capacidad de respuesta y gestión del ritmo, entre otras muchas cosas.
Finalmente, Indongo, con una carga de fortuna inigualable en el boxeo reciente, había capturado dos coronas en sólo cuatro meses, de modo que, Bob Arum, no dejó escapar la oportunidad. Con esto llegamos al combate de hace dos semanas, en el que el africano ofreció una actuación pésima, sin orden ni corazón, tanto es así que por su culpa algunos vuelven a ver corrupción y pactos en la sombra para buscar una derrota en los despachos.
Cabe mencionar que entre la pelea entre Postol e Indongo, Crawford realizó dos defensas más. En una, quizás las más oportunista de su reinado, se midió a un John Molina visto como una víctima propiciatoria y que, precisamente, sólo ofreció voluntad y ningún boxeo en una derrota que a nadie pudo sorprender. En la otra, es justo decir también que, en la quinta puesta en juego de su título WBO, “Bud” se enfrentó a Félix Díaz, que verdaderamente resulta el nombre más destacable del reinado del campeón y al que igualmente venció convincentemente.
Una vez repasado todo su recorrido, es bastante difícil evitar pensar que los críticos que señalan que Crawford ha conseguido éxitos inigualables en el boxeo actual y, en especial, en el peso superligero, mienten consciente o inconscientemente, dado que su recorrido ha sido una terrible mezcla de evitar riesgos, explotar ocasiones de oro y aprovechar sus innegables cualidades técnicas. Obviamente, el cometido de una promotora es ese, o sea, lograr el máximo dinero y prestigio posible al menor riesgo, puesto que al fin y al cabo sólo es una empresa más que busca repartir beneficios a sus propietarios. Por otro lado, poner a Crawford a la par de las mayores figuras de la historia de la división resulta casi un insulto, no siendo comparable el recorrido en el peso superligero de éste al realizado por Julio César Chávez Sr, Aaron Pyor, Nicolino Locche, Antonio Cervantes o Kosta Tszyu. De hecho en este caso la situación de cuatro cinturones mundiales sólo ha hecho que llevar al extremo sus injusticias, convirtiendo en “figura histórica” a un púgil que sólo ha acumulado cinturones de papel.
Dicho esto, hay que señalar que Crawford verdaderamente es un gran púgil, con mucho potencial todavía para llegar muy lejos, siendo sus reflejos, control de la distancia, habilidad al contragolpe, precisión, velocidad y contundencia realmente extraordinarios. Con todo, todavía no se ha medido ni a un sólo boxeador que se pudiese poner ni siquiera en el top 20 libra por libra, siendo la única excepción un Yuriorkis Gamboa que cuando se enfrentó a él aún era una figura destacable. Por ello, decir que es el 2º libra por libra, puede resultar exagerado, pero, sobre todo, considerarlo uno de los diez mejores boxeadores de la historia, como algunos de forma ridícula hacen ya, es desconocer totalmente el recorrido de este boxeador, realizando afirmaciones tan sumamente osadas sin verdaderamente haber visto y analizado en qué condiciones se produjeron sus siete peleas en el peso superligero.
Lógicamente, aunque una parte de responsabilidad descansa en Crawford, porque no se ha plantado y ha demandado pruebas a su altura, la casi totalidad de la culpa está en Top Rank, que no parece confiar suficiente en su boxeador como para medirlo a los mayores retos en la división y que se ha limitado a pescar títulos fáciles de conquistar. Si alguien no lo ve así sólo tiene que recordar las palabras de Arum señalando que los títulos y las unificaciones no suponen nada cuando la cuestión era que Óscar Valdez se midiese a Vasyl Lomachenko o que Gilberto Ramírez participase en el torneo WBSS, mientras afirma que Crawford es prácticamente un héroe por unificar con Indongo.
Por otro lado, como hemos comentado, hay una parte que se escapa al control, hasta cierto punto, de Crawford o Top Rank: el bajo nivel actual de la división. Para exponerlo, hagamos un repaso de los top 15 de la división.
WBC:
El 1º y retador oficial es un Amir Imam sin defensa ni encaje, que fue destruido por el sólo voluntarioso Adrián Grandos. Desde esta derrota Imam sólo se ha medido a púgiles modestísimos siendo incomprensible el posicionamiento dado por el Consejo. El 2º es el principal aspirante de la categoría, Regis Prograis, al que Crawford si pretendiese hacer historia debería medirse inmediata e ineludiblemente. El 3º es Viktor Postol, que ya demostró su inferioridad. El 4º es José Carlos Ramírez, un prospecto con proyección pero que todavía no se ha medido a ningún boxeador de nivel y no está preparado para el mundial. El 5º es Antonio Orozco, un boxeador que resulta batible para Crawford pero que debería haber sido uno de los retos superados hacia el estrellato por ser considerado uno de los mejores retadores. El 6º es Omar Figueroa, excampeón que hubiese dado mucho brillo a Crawford pero que, igualmente, con sus malas actuaciones ante Burns y DeMarco, no parece rival. El 7º es el desafortunado Humberto Soto, uno de los mejores boxeadores de la categoría pero de los más infravalorados y que, habiendo sido maltratado por los jueces, jamás podrá aspirar a la pelea, si bien podría ofrecer un encuentro muy superior a casi todos los rivales a los que Crawford se ha medido en la categoría. El 8º es Adrien Broner, contra el cual un enfrentamiento fue considerado inevitable, que por sus capacidades y fama podría haber ofrecido una pelea interesante, pero que habiendo sido esquivado en el momento preciso, ha terminado por autodestruirse. El 9º es Josh Taylor, un púgil que probablemente se coronará, pero que ha llegado tarde a esta posición como para escalar hasta una pelea ante Crawford antes de que éste suba al peso wélter. El 10º es un Félix Díaz que ya demostró su inferioridad. El 11º es el peligrosísimo Sergey Lipinets, cuyo caso será tratado más abajo. El 12º es el excampeón Rances Barthelemy, que por su estatura, agilidad, técnica y recursos debería haber sido uno de los mejores rivales posibles. El 13º es Adrián Granados, boxeador con más coraje y peligro que la mayoría de los enfrentados por Crawford, aunque su inferioridad técnica hubiese sido demasiado grande. El 14º es Aik Shakhnazaryan, púgil de cierta complejidad pero varios peldaños por debajo del monarca. El 15º es Anthony Yigit, que se encuentra en una situación muy similar a la de Shakhnazaryan.
WBA:
El 1º es el citado Rances Barthelemy. El 2º es un Kiryl Relikh limitadísimo pero que, aun así, se mostró superior a un Burns que era el objetivo apuntado por Crawford. El 3º es un Czar Amonsot que no ha superado ni a un solo rival de relieve. El 4º es un Michal Syrowatka con más valor que técnica. El 5º es el citado Yigit. El 6º es el citado Orozco. El 7º es el campeón Eduard Troyanvosky, temible noqueador que perdió su oportunidad por la derrota ante Indongo. El 8º es el citado Prograis. El 9º es Sonny Fredrickson, púgil sin poner a prueba y que está sobreranqueado. El 10º es Alex Saucedo que, como José Carlos Ramírez, es un prospecto con proyección pero que todavía no está listo para el mundial. El 11º es un Darleys Pérez que, tras las derrotas ante Crolla y Campbell, poco prestigio le daría a Crawford. El 12º es un Alberto Puello sobreranqueado y al que le falta mucho desarrollo. El 13º es Darragh Foley, boxeador asequible que sólo está ranqueado por la posesión de un título WBA. El 14º es Alexander Duran, púgil sobreranqueado que no está preparado para enfrentarse ni al nivel del top 15. El 15º es un Nicolás González que, si no pudo imponerse a Rubén Nieto, no podría lograrlo ante el número 1 de la división.
IBF:
El 1º es de nuevo Lipinets, siendo por este organismo retador oficial. El 2º puesto está vacante. El 3º es Akihiro Kondo, sólido pero por debajo del nivel de la élite. El 4º es un Maurice Hooker que ya ha puesto de manifiesto sus limitaciones. El 5º es un prospecto en rápido ascenso como Ivan Baranchyk. El 6º es el citado Yigit. El 7º es el citado Troyanovsky. El 8º es un Hiroki Okada que es uno de los púgiles más prometedores de la división. El 9º es el citado Rances Barthelemy. El 10 es el citado Josh Taylor. El 11º es el citado Antonio Orozco. El 12º es un Keita Obara que casi noquea a Troyanovksy, pero que finalmente fue duramente batido. El 13º es un Joshua Leather que no está listo para enfrentarse a la cumbre y que ha adquirido su posicionamiento por un título menor. El 14º es otro prospecto en ascenso como Eddie Ramírez. El 15º es un Lenny Zappavigna que ya demostró ante Lipinets que no tendría posibilidades ante Crawford.
WBO:
El 1º es el citado Orozco. El 2º es el citado Hooker. El 3º es el enrachado filipino Jason Pagara. El 4º es el prospecto en ascenso Jack Catterall. El 5º es un José Zepeda que, tras el desafortunado incidente ante Flanagan, está construyendo su camino en el peso superligero. El 6º es el citado José Carlos Ramírez. El 7º es el citado Saucedo. El 8º es el citado Okada. El 9º es el citado Kondo. El 10º es un Mike Reed que siempre elude las peleas arriesgadas. El 11º es el citado Yigit. El 12º es el prospecto en ascenso Pedro Campa. El 13º es un Gustavo Vittori que no está listo para pelear en el mundial. El 14º es un Georgi Chelokhsaev que está muy falto de desarrollo. El 15 es un Fatih Keles que no tiene el nivel para pelear con el top 15.
Terminado este repaso actual (en el que lógicamente no se incluyen a los púgiles que Crawford esquivó antes de que subieran al peso wélter), es fácil comprobar que las estrellas brillan por su ausencia. Los únicos excampeones son Viktor Postol, Omar Figueroa, Humberto Soto, Adrien Broner, Rances Barthelemy y Eduard Troyanovsky y de estos Crawford sólo se ha medido a Postol, que, como dijimos, llegó al trono con una única victoria destacada. En cualquier caso, entre todos los mencionados no hay púgiles del relieve de los que podemos encontrar en la división wélter.
Respecto al resto, Sergey Lipinets, Regis Prograis, Josh Taylor, Ivan Baranchyk, Hiroki Okada, Jack Catterall, José Zepeda y puede que Antonio Orozco, son los mejores aspirantes, pero Crawford no se ha medido ni a uno de ellos ni ha amagado con hacerlo. Es más, precisamente ayer, dejó vacante su cinturón IBF para eludir un enfrentamiento contra su peligrosísimo retador obligatorio Sergey Lipinets, que hubiese sido, sin duda, el mayor reto en su trayectoria en el peso superligero.
Finalmente, encontramos un conjunto de prospectos que por edad, han llegado tarde a esta posición, aunque hubiesen sido rivales más exigentes que Jean, Dulorme, Molina, Lundy o Indongo. Estamos hablando de José Carlos Ramírez, Eddie Ramírez, Alex Saucedo y Pedro Campa.
Respecto al resto, aunque hay mucha diferencia, por ejemplo, del nivel de dificultad que puede presentar Amir Imam al que puede poner Fatih Keles, son púgiles que demuestran que el peso superligero no pasa por su mejor época.
Así, recapitulando, podemos decir que Crawford, a pesar de que ha alegado sin pruebas que le evitaban, sólo se ha medido a dos púgiles de nivel del mediocre top 15 actual y que a todos los boxeadores más exigentes y peligrosos los ha eludido, siendo el mejor ejemplo lo sucedido ante Lipinets. Por otro lado, es comprensible que no quiera enfrentarse a un púgil desconocido por una baja bolsa, pero ¿no habría logrado mejores números y más prestigio ante Barthelemy, Broner, Soto o Figueroa? Finalmente, esta el caso de Prograis, que indudablemente será monarca mundial, que es un púgil reconocido y valorado en Estados Unidos pero al que tampoco piensa dar una oportunidad.
Por ello, aunque merezca crédito por sus logros, decir que Crawford ha cumplido en una división de flojo nivel medio midiéndose a los mejores es, simplemente, una falsedad. Todo esto no quiere decir que Crawford no hubiese podido ganar a la totalidad o a la mayoría de los púgiles de la élite, simplemente que no se ha enfrentado más que a dos boxeadores destacados y que por ello no puede ser valorado como un icono histórico del boxeo, ya que no ha hecho otra cosa que poner de manifiesto los males que acechan a este deporte al evitar los mayores peligros, escudarse en excusas para justificar las decisiones tomadas y apoyarse en una poderosa máquina propagandística para sobrevalorar sus logros. Ciertamente, es ridículo pretender que un boxeador se pueda medir a todos los púgiles que sobresalen en una categoría, dado que el boxeo moderno, por sus características, no lo permite. Pero es igual de ridículo valorar como el mejor peso superligero de la historia, siendo desacertado considerar como el 2º libra por libra en la actualidad a un Crawford que ha sustentado gran parte de su reinado con victorias ante Dulorme, Jean, Lundy y Molina a la vez que ni siquiera pensaba en dar una opción a boxeadores completamente en un nivel superior a estos.
Es por todo ello que lo mejor que puede hacer Crawford si verdaderamente quiere demostrar su valía es o enfrentarse a Prograis o Barthelemy (Lipinets quedará fuera al ser nombrado coaspirante al título vacante), o dejarse de dar rodeos y subir definitivamente al peso wélter para encarar a Thurman o a Spence. De todos modos, no es el mejor augurio respecto a su futuro ni la mejor defensa contra las críticas que Crawford haya citado recientemente como objetivos en la división superior a un Pacquiao que se debería haber retirado hace años y que está rodando cuesta abajo en su rendimiento y a un Jeff Horn que sufrió para conseguir una victoria controvertida a los puntos ante esta misma estrella.
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