Pinnacle Bank Arena, Lincoln, Estados Unidos.
Unificación total de la división del peso superligero con los cinturones WBA, WBC, WBO e IBF en juego.
Aunque siempre es muy positivo que en la época de los cuatro cinturones se erija un monarca que posea todas las coronas simultáneamente, la pelea de ayer fue una pésima certificación a este logro. Y es que Indongo ofreció una actuación realmente mala, especialmente falta de corazón, que sólo hizo que regalarle la condición de campeón indiscutido al estadounidense Crawford, que ciertamente ha hecho valer sus cualidades en una división actualmente con un nivel muy pobre.
A diferencia de las peleas ante Troyanovsky y Burns, en las que casi desde el tañido inicial el namibio se lanzó al ataque usando sus larguísimo brazos con velocidad y tenacidad, Indongo se mostró mucho más expectante, permitiendo incluso que Crawford, contrariamente a lo que es habitual en su boxeo, amenazase con tomar la iniciativa. Cuando al fin se decidió el visitante a pasar al ataque lo hizo de forma desordenada, errando una izquierda recta que sería respondida por un cruzado diestro a la contra que ya lo desestabilizaría ligeramente.
Éste era un pésimo augurio, que sólo hizo que materializarse en un knockdown en el segundo asalto. Tras múltiples imprecisas ofensivas de Indongo evitadas por su rival con pasos atrás o contraatacadas con jabs o curvos, “The Blue Machine” volvería a cometer el mismo error, siendo recibido por unos uppercuts de Crawford no especialmente tensos. Indongo corrió el ring, recibiendo un hook al cuerpo, hasta que un jab del estadounidense le obligó a agacharse y un directo descendente no demasiado potente lo tumbó. Dado que el round estaba en el último minuto, Indongo se las apañó para aguantar y llegar al tercer episodio, pero sólo para hacer la decepción aún más grande.
En dicho round, por enésima vez, Indongo 22(11KO)-1(1) se lanzó desordenado al ataque, siendo alcanzado por un gancho de izquierda, aparentemente no excesivamente potente, que le derrumbó sobre la lona, donde, con gestos exagerados, hizo evidente que no pensaba ni siquiera intentar ponerse de pie. Así, Terence Crawford 32(23KO)-0 se convertía en campeón WBA, WBC, WBO e IBF del peso superligero, una cuádruple posesión de coronas que no sucedía desde que Jermain Taylor unificó el peso medio en 2005 ante Bernard Hopkins. De todos modos, Crawford no se impuso ni muchísimo menos a un equivalente de Hopkins, sino a un púgil que lo hizo todo mal en el combate y que hizo buenas las palabras de quienes consideraban que sólo era un boxeador con suerte que se presentaba como una víctima propiciatoria para el local.
La gestión de la distancia de Indongo en el enfrentamiento es de las peores que se han visto en un campeonato del peso superligero en muchos años. Esto es así porque iniciaba sus ofensivas desde tan lejos que, incluso teniendo una buena ventaja en altura y alcance, se quedaba corto siempre, terminando totalmente expuesto a los contragolpes de Crawford. Dicho error no se puede encontrar en su pelea ante Burns, en la que en todo momento el británico fue martirizado por la ventaja física de su adversario. Es cierto que Crawford no es Burns, que además cada vez está más venido a menos, pero es que boxeando de esa manera Indongo no podría haberse mantenido imbatido ni en el circuito africano. Puede que fuese la presión por la oportunidad histórica que tenía delante, porque su encaje es de los menos resistentes de la categoría, porque su valentía le falló en el momento que más la necesitaba o por cualquier otro motivo, pero el caso es que Indongo le regaló sus dos coronas a su oponente sin ofrecer oposición, siendo lo peor de todo la forma en la que renunció plenamente a intentar ponerse de pie en el segundo knockdown, además por un golpe que no fue de los que se clavan profundamente hacia el hígado pero que curiosamente tuvo efecto instantáneo, cuando lo normal es que tarde unos instantes en dejarse sentir.
Sea como sea, si Crawford ya era considerado el 2º en la mayoría de rankings de todos los pesos a pesar de no haber batido a un rival con un gran renombre, ahora su valoración mejorará, siendo junto a Ward los iconos estadounidenses que, con toda la maquinaria propagandística empujando sus espaldas, ahora dominaran las listas de todos los pesos. En cualquier caso, aunque se debe reconocer que actualmente es el mejor peso superligero del mundo (no incluyendo, por ejemplo, boxeadores como Mikey García, porque todavía no ha ascendido definitivamente del peso ligero), hay que mencionar que la categoría se encuentra en cierta regresión respecto a otras épocas, sólo habiendo en cada ranking de dos a tres púgiles de verdadero nivel. Por ello, si Crawford de verdad quiere demostrar que merece el número 1 de todos los pesos debería ascender al peso wélter y medirse a boxeadores como Spence, Thurman u otros púgiles de la élite, ante los que, al fin, después de su lejana victoria ante Gamboa de 2014, podamos verle ante un boxeador del máximo relieve.
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