martes, 9 de mayo de 2017

Saúl Álvarez – Julio César Chávez Jr. (6/5/2017)

T-Mobile Arena, Las Vegas, Estados Unidos. Peso supermedio pactado a 164,5 libras o 74,6 kg.

Una vez más, el Canelo-Chávez puso de manifiesto que no tiene ningún sentido inflar la expectación de un combate alargando los tiempos desmedidamente. Y es que, después del fiasco que supuso deportivamente hablando (no económicamente) el Mayweather-Pacquiao, el esperadísimo choque entre mexicanos, para el que se había aguardado más de ocho años, dejó un espectáculo bochornoso y decepcionante a pesar de las previsiones que de él se habían hecho durante meses. Es cierto que la mayor parte de la culpa la tuvo Julio César Chávez Jr., que no realizó ni un amago de querer luchar por la victoria, pero no se puede pasar por alto que “Canelo” no quiso tomar riesgos y se limitó a hacer lo justo para anotar y llevarse los asaltos sin demasiado esfuerzo.

Tras cierta pugna inicial por el centro del ring, momento en el que Chávez anotó algún hook al cuerpo y un uppercut y Álvarez conectó su cruzado diestro y también su gancho al hígado, la pelea se volvió un monótono dominio de “Canelo”. Dado que Chávez caminaba el ring sin tirar manos, sin imponer su altura con sus directos o ni siquiera utilizar un jab disuasorio, Álvarez no tuvo que esforzarse nada para lograr cada asalto y hacerse con el triunfo. Con algunas combinaciones de hooks, directos aislados y enlazados con gancho de mano adelantada, el control de la pugna por “Canelo” se hizo total al no recibir respuesta alguna, llegando a inflamar el rostro de su oponente, que se vio encerrado en las cuerdas eventualmente.

 
A Chávez se le pedía una y otra vez desde su esquina que empezase a atacar, pero la reacción no se produjo nunca y ni tan solo mejoró su escasísima frecuencia de golpeo, recibiendo en cambio golpes de poder con enorme claridad. Aunque las cifras manipuladas y carentes de imparcialidad de CompuBox deben leerse con cierto escepticismo o cautela, no parecen exageradamente bajos los datos de anotación de Chávez, que indican, por ejemplo, que conectó 0 jabs en dos de los asaltos y sólo 1 jab en cinco de los asaltos, impactó 1 golpe de poder en el round quinto o 3 en el décimo, y que sólo llegó con tres puños en el cuarto round, siendo la cifra total de jabs de 15 y de golpes de cualquier tipo de 71. ¿Cómo se puede aceptar que, en un combate esperado durante 8 años y en el que Chávez Jr. aseguró que noquearía, éste impactase menos manos totales durante doce episodios de las que se conectan en ocasiones en un sólo asalto de un choque intenso?


Dejando de lado que Chávez Jr. tuvo además de un bajísimo ritmo una pésima precisión, cabe destacar que Álvarez pudo haber dado emoción al encuentro atacando agresivo y desbordando a un púgil que ofrecía menos oposición que un saco de boxeo o que un entrenador usando sus manoplas. Pero no lo hizo, sirviendo como ejemplo el dato que indica que en el noveno episodio, con la pelea totalmente rota y decantada, Álvarez sólo impactó 15 golpes y 7 de ellos de poder. “Canelo” señaló después del combate que quería mostrar que podía boxear y no sólo noquear, pero eso es una excusa tan burda para justificar su tediosa (aunque dominadora) actuación que resulta risible.

Quizás lo peor de todo del encuentro fueron las numerosas ocasiones en las que Canelo quedó parado en las cuerdas aguardando sin hacer absolutamente nada más que cubrirse y Chávez, detenido próximo a él, no se atrevió a lanzar ni un sólo puño, ofreciendo ambos un espectáculo indigno para sus cuantiosísimos fans, para el boxeo en general y para lo que representaba, en teoría, el combate, vendido casi como un hito histórico en este deporte.

Tras un cierto hostigamiento, aunque muy tímido, de Álvarez 49(34KO)-1-1 y algunos abucheos finales, el combate terminó, dando paso a las triples cartulinas de 120-108 a favor de “Canelo”, tarjetas totalmente acertadas. Chávez Jr. 50(32KO)-3(1)-1, que antes del encuentro aseguró que todavía podía dar el peso medio (2 kg o 4 libras y media menos del peso pactado en que combatió ante Álvarez), señaló tras el enfrentamiento que pelear en este peso pactado le había restado energía y condicionado su actuación. Esto puede ser verdad hasta cierto punto, y se debe reprochar a Canelo que siempre utilice (de forma más descarada aún de lo que solía hacer Mayweather Jr.) artimañas, como pactar el peso, para tener ventaja sobre sus oponentes. 

Aun así, aunque sea por voluntad, por que estaba en juego el poco crédito que le quedaba a su carrera o por el legado de su padre, Julio César Chávez, Chávez Jr. debió volcarse al ataque o al menos intentar lanzar golpes y fingir que quería hacerse con la victoria, no limitarse a pasear a la vez que actuaba de diana. A Chávez Jr., de forma generosa aunque razonable, se le dio una última oportunidad en este combate para compensar sus errores del pasado, pero tras esta vergonzante actuación demostró que no se va a redimir jamás por su falta de sacrificio, actitud y carácter. Lo peor de todo es que con su última subida a un ring se perdió una inmejorable oportunidad para que aficionados casuales al boxeo se adhiriesen a él de forma definitiva.

De todos modos, no todo lo que se puede extraer del Canelo-Chávez es negativo, sino que hay ciertos elementos positivos. El más evidente es que tras el encuentro se confirmó que Álvarez y Golovkin pelearán en septiembre, encuentro en el que ambos deberán demostrar que merecen su condición de top libra por libra y que sus cualidades son tan grandes como se dice y en el cual ambos se medirán al mayor oponente de su carrera en una pelea trascendental para sus trayectorias.

Por otro lado, el combate afianza dos ideas cada vez más difundidas. Una es que la manipulación del boxeo que hacen los promotores a través de sus pagos por visión se debe acabar, ya que simplemente es una treta económica que no hace más que limitar la disputa de combates y que normalmente está basada en la venta de humo, ya que se piden pagos elevados por encuentros que simplemente, con contadas excepciones, no valen ni un ápice de su precio. Esto está relacionado con otra lectura extraída del encuentro. ¿Para que se van a pagar 70 dólares para ver por televisión un combate entre mexicanos infinitamente peor que cualquiera de los ofrecidos por compatriotas suyos y retransmitidos gratuitamente por Televisión Azteca y Televisa casi cada semana? Aunque pueda parecer una actitud conformista, no lo es. Se pueden disfrutar muchísimo más combates entre debutantes a cuatro asaltos o choques entre completos desconocidos asiáticos, europeos, africanos, australianos o de cualquier rincón de América, que este enfrentamiento entre dos supuestas estrellas pero que realmente no tuvo sobre el ring ningún aliciente. Es entendible que el boxeo, como todos los deportes, vive en gran parte de inflar estrellas y venderlas, pero debe resultar comprensible también que no todo gira en torno a éstas y que en la mayoría de las ocasiones el mejor boxeo, el más auténtico, se encuentra fuera de Las Vegas o Nueva York, de HBO y Showtime, de Top Rank, Matchroom Boxing o Golden Boy Promotions, o de las especulaciones y manipulaciones políticas de los organismos y comisiones.

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