jueves, 6 de julio de 2017

Pacquiao-Horn, una controversia de múltiples caras


El entonces campeón mundial WBO del peso wélter Manny Pacquiao 59(38KO)-7(3)-2 entró al ring el pasado domingo (hora australiana) como clarísimo favorito. Esto era así no porque Horn fuese un desconocido, sino porque el local hasta la fecha no había demostrado ser un púgil de la élite. No lo había demostrado ante el excampeón de la Unión Europea Ahmed El Mousaoui, que mantuvo contendida la pelea. Ni contra Randall Bailey, veteranísimo boxeador que no hacia mucho que había salido del retiro y que, aun así, tumbó a Horn sobre la lona. Por último, tampoco mostró su valía ante otro veterano púgil como Ali Funeka que, si bien fue derrotado en el sexto asalto, también tumbó a “The Hornet”.

Así, resulta totalmente falso afirmar que Horn había puesto de manifiesto anteriormente que era una estrella emergente de inigualable esplendor o que era enormemente plausible que venciese a Pacquiao. Al respecto en Estados Unidos ha surgido una controversia entre el comentarista Stephen A. Smith y el experto Al Bernstein, aunque ésta no está transcurriendo en los cauces adecuados. Es verdad que Smith, como él mismo ha confesado, no es un gran conocedor del boxeo, y, por otro lado, sus desprecios a Horn no resultaron profesionales ni correctos, pero Bernstein se equivoca al justificar estos argumentos con una sobrevaloración de la carrera del australiano y del nivel al que combatieron con él Bailey y Funeka, que habían pasado hace mucho su mejor momento.

En cualquier caso, esta polémica entre comentaristas demuestra el grado de complejidad que han llegado a alcanzar las repercusiones de la derrota de Pacquiao ante Horn y de la decisión de los tres jueces a favor del australiano.

Evidentemente, se podía considerar que algún día, como todo boxeador, Pacquiao entraría en un bajón de rendimiento decisivo que, tarde o temprano, le supondría sumar una clara derrota que le llevase a cuestionarse su continuidad como púgil en activo, pero, igualmente, no había graves síntomas de que eso pudiese pasarle contra Horn. Pero al igual que muchos críticos afirman ahora que a la perfección pudieron prever la victoria de éste, muchos otros, como si fuesen parte de su equipo y círculo más cercano o como si tuviesen poderes clarividentes, afirman saber, absurdamente, que sería entonces cuando el rendimiento de Pacquiao empezaría a diluirse.

Sea como sea, realmente, dejando al margen si hubo polémica o no en las cartulinas, lo que es innegable es que “Pac Man” boxeó infinitamente lejos de su mejor nivel y que debería empezar a evaluar su retiro como afirma que hará. Muchísimo más lento, falto de astucia o de habilidad al contragolpe, se dejó encerrar repetidas veces por un Horn que sólo ofreció empuje, frecuencia y valentía. En sus anteriores dos peleas, ante Bradley y Vargas, Pacquiao había usado su versión conservadora pero dominadora a la perfección, pero en esta ocasión, no tenía ni la rapidez ni la explosividad para imponerla ante un Horn que salió al ring dispuesto a aprovechar la mayor oportunidad de su carrera.

De todos modos, ni mucho menos deben haber tantos elogios para Jeff Horn 17(11KO)-0-1, porque simplemente no los merece. Está claro que tiene mucho mérito pelear con ese arrojo ante un top de todos los pesos y una leyenda en activo del pugilismo como Pacquiao, pero más allá de esto, no demostró nada especial. Los golpes de poder del filipino, como señala el control computerizado, llegaron con mucha claridad y elevado número contra Horn, que en el boxeo que más domina, el que se desarrolla en la distancia larga, fue neutralizado una y otra vez por Pacquiao. Así, la que se decía era una complejísima táctica para derrotar al campeón no era más que un elevado ritmo combativo, estrategia que podría haber sido utilizada con mucha mayor destreza y mayor limpieza por decenas de boxeadores en la categoría. Porque no se debe pasar por alto que Horn actuó de forma enormemente tramposa, usando cabezazos de forma deliberada, al igual que codazos y empujones y estirones para desequilibrar a su rival, a quien le provocó dos serios cortes. Además erró una enorme cantidad de golpes lanzados al aire o bloqueados por su oponente.

Por otro lado, otra vez Horn demostró que su encaje es bastante moderado cuanto menos, ya que en el noveno asalto, en una de las únicas ofensivas verdaderamente decididas de Pacquiao en el combate, quedó muy tocado y a punto estuvo de ser derrotado antes del límite, pudiendo habernos ahorrado toda esta polémica de enormes proporciones. Y es que entre los que dicen que el veredicto es el robo del siglo, algo que no es verdad porque la pelea en líneas generales estuvo igualada, y los que aseguran que Horn ganó claramente y sólo se están poniendo cortinas de humo para proteger a una estrella, cosa igualmente falsa, el boxeo como deporte está recibiendo acusaciones de corrupción constantes y equivocadamente apuntadas, siendo algunas de ellas respaldadas por aficionados que ni siquiera llegan a casuales pero que se dan a si mismos el derecho a aseverar sin genero de dudas que el pugilismo es el deporte más corrupto.

Como tantas veces hemos dicho, en el boxeo, como en cualquier otro deporte, existen manipulaciones políticas, económicas e ideológicas que hacen que pueda existir la corrupción, pero ésta no es mayor que la que se puede encontrar en cualquier otro deporte de balón, de contacto, de velocidad o puntado por un panel de expertos. En la Formula 1 se han llegado a cambiar las normas de un día para otro para favorecer a un piloto; en Moto GP se han elegido sanciones desiguales a diferentes pilotos por las mismas infracciones, algo que también pasa en la Formula 1; en el atletismo se ha descalificado a un corredor por una salida falsa cuestionable mientras se daba una segunda oportunidad a otro o se han hecho mediciones equivocadas de un salto; en la esgrima se ha llegado a robar una medalla olímpica por un supuesto fallo en un sensor; en el salto de trampolín un idénticamente ejecutado triple mortal es puntuado a un país con un 10 y a otro con un 8,5 por los jueces; en el balonmano se ha permitido a un equipo defender con toda la dureza del mundo y tener posesiones larguísimas mientras el otro no le queda ni margen para jugar; en una final olímpica de baloncesto se llegaron a tolerar decenas, por no decir un centenar, de infracciones para no perjudicar a un equipo que ni siquiera sabía con qué reglas jugaba; ¿Hace falta que hablemos de los fallos arbitrales en el fútbol?

Con ejemplos como estos podríamos llenar todo internet sin terminar de enumerarlos todos, pero bastan estos casos para que quede claro que corrupción hay en todo deporte, como lo hay en todo ámbito de la actividad humana. Cualquiera tiene derecho a decir lo que crea conveniente, aunque no tenga ni idea sobre el tema en cuestión, si bien esto no resulta ni lógico ni moral, pero debe quedar claro para las personas imparciales que el Pacquiao-Horn no fue la peor mancha en el boxeo y ni mucha menos en el deporte, como algunos han afirmado. 

Por otro lado, es normal que los aficionados al boxeo critiquemos con toda la dureza posible casos como los dos combates entre Ward y Kovalev, pero resulta enormemente peligroso para el pugilisimo, siempre cuestionado haga algo bien o mal, que se den voces desmedidas contra un supuesto robo atroz a una de las estrellas más conocidas incluso por los que no son aficionados, ya que con ello sólo se hace que favorecer el descrédito del deporte de las 16 cuerdas entre quienes no lo conocen.

Eso no quiere decir que no se debe estar en contra del veredicto o que no se deba manifestar, pero no resulta conveniente que los aficionados, expertos y practicantes de boxeo den alas a los que sólo intentan menoscabar este deporte y ni siquiera han visualizado el enfrentamiento. Del mismo modo, hay incluso quienes llegan a afirmar que es un robo espeluznante teniendo ellos en su cartulina un 115-113 a favor de Pacquiao, siendo perfectamente plausible pasar de esa puntuación a un 113-115 a favor de Horn si dos de los asaltos más igualados se le dan a éste. Por contra, no se debe pasar por alto que la puntuación de Waleska Roldán de 117-111 es enormemente exagerada, equivocada y un esperpento, pero eso es por un motivo tan sencillo como que suele hacer mal su trabajo en los grandes combates que puntúa, tendiendo siempre a lecturas absolutas y pocas veces moderadas, cosa que se puede comprobar en su récord de los últimos años.

Respecto a la polémica deportiva en sí, resultó evidente que en el choque se contraponía la elevada frecuencia de golpeo del local con la menor cadencia pero mayor precisión del filipino, que conectó con destreza buenos contragolpes a la vez que Horn erraba o veía bloqueados un considerable número de sus cuantiosos puños. Así, con rounds verdaderamente intensos, resultó difícil en directo decidir siempre si la presión de Horn era efectiva o no, estando condicionada muchas veces esta apreciación por los deseos del propio espectador. Por ello, mientras Teddy Atlas vociferaba como un maníaco a favor de Pacquiao, expertos australianos hicieron lo mismo por Horn. Sea como sea, aunque los jueces, mejor situados que nadie en el estadio, vieron la victoria de Horn, el conteo computerizado (cuyos datos no siempre son fiables) vio el triunfo de Pacquiao al igual que la mayoría de críticos y aficionados. Por ello, se debe concluir que si bien en golpes de poder el visitante fue superior, el local por actitud y dominio del ring generó una sensación de control general. Así, si sumamos a ello unos cuantos rounds muy igualados, tenemos varias lecturas posibles pero razonadas del encuentro y ni mucho menos es el veredicto más controvertido del año.

De todos modos, como arriba hemos mencionado, la polémica se está apuntando de manera equivocada. Se centra demasiado en los jueces, pero pasa por alto algo evidente, la extraña actitud del promotor Bob Arum, algo que el mismo equipo de Pacquiao ha señalado.

Durante años, Arum ha sido un paladín despiadado a favor de su boxeador, pero no en esta ocasión. Si bien en el pasado Arum no ha ahorrado insultos y palabras malsonantes para criticar a los jueces que habían perjudicado a su máxima estrella, e incluso llegó a pedir una investigación a la Comisión de Nevada señalando la posibilidad de la corrupción en este órgano, ahora, que la derrota de Pacquiao le hará perder, en teoría, mucho dinero, simplemente se limita a aceptar enteramente e incluso respaldar el controvertido veredicto, centrando todo su desdén y reproches hacia el propio boxeador filipino y hacia su equipo.

Ciertamente, la oferta recibida por pelear con Horn tenía mucho sentido desde el punto de vista económico, pero no tenía más sentido que lo que se podría lograr con un Pacquiao-Spence o un Pacquiao-Crawford, por lo que aceptar la perdida del enorme beneficio de estas posibilidades con alegría y calma no parece una actitud lógica, menos aún de parte de un Arum al que sólo le importa el dinero. Es por este motivo que, como pasó después del primer combate ante Bradley, han empezado a surgir voces que afirman que todo esto ha sido una conspiración elaborada por el dirigente de Top Rank. Al igual que se dice que Arum propició el favorable veredicto hacia Bradley para ganar muchos millones con una revancha o incluso para intentar forzar el final del contrato de Pacquiao, ahora se señala que Arum habría preparado esta encerrona por dos idénticos motivos: exprimir hasta el final el último céntimo que pueda darle Pacquiao o hacer que se aleje de su compañía rescindiendo el contrato.

Para muchos así las piezas de la polémica empiezan a encajar. Pacquiao dice que parecía que el árbitro intentase ayudar a Horn, al que no penalizó y ni siquiera advirtió por su evidente e inaceptable juego sucio, permitiendo con ello que el campeón se descentrase y diese margen de maniobra a los jueces (recordemos que es obligación del promotor encargarse del pago y los gastos de los jueces y del árbitro, cosa que no es un rumor o una conspiración, es un hecho aceptado y público). De este modo, “Pac Man” sufre una derrota polémica que, coincidiendo con su bajón en rendimiento, le pone a un paso del retiro, pero Arum no protesta por ello, sino que critica a su propio boxeador y a su equipo a la vez que ensalza a un Horn que fue apuesta personal suya y al cual ahora se dice que pasará de copromocionar a promocionar de forma absoluta. Todo ello mientras un posible último combate de Pacquiao le haría ganar a Top Rank unas cifras escandalosamente elevadas. A la vez, el representante ante los medios de Pacquiao asegura que Arum está buscando una nueva máquina de hacer dinero y que pretende finalizar el contrato del ahora excampeón... Así, como siempre, sólo hay que ver quién organizó este combate contra un desconocido, habiendo mucho que ganar pero, en teoría, más que perder, y comprobar a quién beneficia el resultado final para ver quién es el verdadero personaje corrupto que mueve los hilos en las sombras.

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